Quan el Gustavo Duch escriu històries com Comer sin cerrar la boca ho fa perquè, tal com diu ell mateix, explicar és una altra forma de caminar. Sap del que parla perquè fa anys que és un expert en temes de sobirania alimentària, i els seus escrits i pensaments els podeu trobar a la seva web: Palabre-ando. Tindrem la sort que el proper dissabte 20 d'Octubre a dos quarts de set, organitzat per Santa Coloma en transició, farà una xerrada a la sala gran del castell titulada "Què ens amaga el que mengem". És una gran oportunitat per aprendre de qui en sap i descobrir que hi ha moltes coses del que mengem que no sabem i hauríem de saber.
Decidir el que un menja o deixa de menjar té implicacions directes en un mateix, però també va més enllà de les conseqüències purament nutritives. Llegint el següent text del Gustavo crec que ho veureu molt clar:
Decidir el que un menja o deixa de menjar té implicacions directes en un mateix, però també va més enllà de les conseqüències purament nutritives. Llegint el següent text del Gustavo crec que ho veureu molt clar:
COMER
SIN CERRAR LA BOCA. Recetas para una alimentación desobediente
La
perca del Nilo, a veces vendida como mero, llega desde el lago
Victoria, en el centro de África. Brasil ya es el máximo exportador
de pollos; al igual que Chile lo es en el negocio de criar, engordar
y repartir salmones por el mundo. Los pepinos de España viajan a
Holanda en invierno; en verano hacen la ruta en sentido contrario.
Los espárragos de Navarra, sólo se envasan en Navarra una vez
aterrizan del Perú o la China. El panga que dan de comer en las
escuelas viajó desde Vietnam y el atún enlatado proviene de El
Salvador o se le roba a los mares de Somalia.
Los
pollos para que engorden rápido no pueden ver el Sol, no salen de
sus jaulas. Las gallinas ponedoras para que pongan más huevos
padecen de exceso lumínico, y apenas pueden dormir. Los cerdos están
tan asardinados que cuando uno estornuda todos se contagian de gripe.
A las vacas vegetarianas –durante una temporada loca- se les
alimentó con restos de vaca. Ahora se investiga como engordar peces
carnívoros con una dieta rica en soja. La soja también alimenta a
los coches (agrocombustibles) y con sus desperdicios aún se
consiguen raciones de pienso para los cerdos.
Si
fuera mentira nos parecería exagerado. Pero así es la alimentación
del siglo XXI. Un rarísimo sistema contranatura en manos de muy
pocas transnacionales, que ganan dinero a base de arruinar la pequeña
agricultura tradicional, de ensuciar y contaminar el planeta, y como
vemos –susto tras susto- poniendo en jaque la salud de la población
consumidora. Vacas locas, dioxinas, gripes, ecolis… Todas estas
enfermedades guardan el mismo patrón: patologías graves de origen
bien conocido: la codicia.
Pero
hay una alternativa por descubrir y exigir: Una agricultura que
garantiza salud para la población consumidora, una economía que
sabe evitar el hambre del Sur y la obesidad de los nortes, una
tecnología sujeta voluntariamente a las leyes del medio ambiente, y
finalmente un menú en nuestras mesas que es señal de la vuelta de
la vida en el medio rural. Es la soberanía alimentaria.
Transformando
un proverbio africano se explicaría así: «Mucha
gente pequeña, en muchos lugares pequeños, cultivaran pequeños
huertos,… que alimentarán al mundo»